Blake Edwards
Especialista en las más alocadas comedias, creó muchos de los gags más descacharrantes de la historia del cine. Y aún así, a Blake Edwards le quedó tiempo para demostrar su valía para el drama, el thriller e incluso el western.
Nacido el 26 de julio de 1922 en Tulsa (Oklahoma), desde muy joven tuvo claro que lo suyo era la escritura. Se convirtió en guionista por casualidad, cuando fue a recoger al trabajo a su novia de entonces. Ésta elaboraba un guión para la radio, pero Edwards decidió echarle una mano reescribiéndolo por completo. Su texto gustó tanto al jefe de la chica, que le ofreció a Edwards convertirse en su agente, y desde ese momento le consiguió regularmente trabajos para escribir programas de radio y televisivos.
Pero Edwards prefería la gran pantalla. Se pasó prácticamente la década de los 40 como extra, en películas de directores que admiraba, en busca de estrechar lazos y que le dieran una oportunidad. Apareció fugazmente en títulos como Diez héroes de West Point, de Henry Hathaway –que supuso su debut–, Dos en el cielo, de Victor Fleming, No eran imprescindibles, de John Ford o Los mejores años de nuestra vida, de William Wyler. Como su carrera no evolucionaba, decidió producirse él mismo uno de sus guiones, que dio lugar al desconocido western Panhandle, de 1948. Por increíble que parezca, Edwards no era el único extra con inquietudes creativas. En los platós había conocido a otro tipo que usaba su misma táctica para abrirse camino, el entonces jovencísimo Richard Quine (posteriormente responsable de títulos como Me enamoré de una bruja), con el que escribió el guión de Venga tu sonrisa, que supuso la opera prima como director de Edwards. No sería su único trabajo conjunto, pues escribieron entre los dos también He Laughed Last –de nuevo dirigida por Edwards– y varias películas de Quine (La misteriosa dama de negro, Marino al agua y Mi hermana Elena).
Tras el drama El terrible Mr. Cory y varias comedias menores, Edwards creó la popular serie televisiva Peter Gunn, que supuso su primer encuentro con uno de sus colaboradores fundamentales, el legendario compositor Henry Mancini, que siguió colaborando con él hasta la muerte del músico en 1994. Ya tenía música del genial Mancini el primer gran éxito cinematográfico de Edwards, que fue la hilarante Operación Pacífico, con Cary Grant y Tony Curtis como capitán y primer oficial de un submarino que acaba pintado de rosa, durante la Segunda Guerra Mundial. Justo a continuación dirigió la agridulce Desayuno con diamantes, adaptación libre de una de las obras más conocidas de Truman Capote, que sin duda es uno de los mejores títulos del cineasta. Audrey Hepburn interpretó a la memorable Holly Golightly, una mujer frívola y desenfadada en busca de la felicidad. Para esta película, Henry Mancini coescribió con Johnny Mercer la legendaria canción Moon River. El filme, de 1961, abre para Edwards la etapa más memorable de su filmografía, que se extendió a lo largo de la primera mitad de los 60. Rodó dos excelentes títulos con la actriz Lee Remick, el thriller Chantaje contra una mujer, donde estaba acompañada por un memorable Glenn Ford, y Días de vino y rosas, uno de los más sobrecogedores retratos cinematográficos de las consecuencias del alcoholismo, donde la actriz tenía a su lado a un inmenso Jack Lemmon, demostrando su valía para el drama. Les sigue uno de los mayores éxitos del cine cómico de todos los tiempos, La pantera rosa, enloquecido film que pasará a la historia por el personaje de Peter Sellers, el inspector Clouseau, un torpe policía –secundario en esta ocasión– que intenta capturar a un ladrón de guante blanco apodado ‘El Fantasma’, el cual está inmerso en el robo de ‘La Pantera Rosa’, una joya de gran valor. Edwards recuperaría inmediatamente al personaje, en El nuevo caso del inspector Clouseau, y cerraría la década con La carrera del siglo (una road movie cómica que parodia diversos géneros), ¿Qué hiciste en la guerra, papi? y la excepcional El guateque, con Peter Sellers como un extra invitado por error a la fiesta de un productor de Hollywood al que ha arruinado una película.
Divorciado de su esposa, Patricia Walker (ocasional actriz en títulos como Marino al agua), Blake Edwards contrajo matrimonio en 1969 con Julie Andrews, que a partir de entonces se convertiría en su actriz fetiche, en títulos como La semilla del tamarindo (un drama coprotagonizado por Omar Sharif), 10, la mujer perfecta, el desastroso retrato del mundo del cine S.O.B. (Sois hOnrados Bandidos), Víctor o Victoria (donde era una mujer que se hacía pasar por un homosexual) y Mis problemas con las mujeres, remake de El amante del amor, de Truffaut.
En los 80, Blake Edwards rodó la elegante e inspirada Mickey y Maude, en la que partió de un guión en el que él no había intervenido –algo no muy habitual en su carrera–. Pero su última etapa por lo general no está a la altura del director de Desayuno con diamantes, que perdió bastante fuelle, y recurrió con frecuencia al humor soez. Destaca la amena Cita a ciegas, su último gran éxito, inconfeso remake de La fiera de mi niña y ¿Qué me pasa, doctor? (de las que roba el esquema y algunos chistes). Supuso el primer papel protagonista en el cine del entonces televisivo Bruce Willis, acompañado de una divertidísima Kim Basinger. Asesinato en Beverly Hills, El gran enredo, Una cana al aire y Una rubia muy dudosa son bastante decepcionantes, aunque siempre tienen algún momento divertido. El último trabajo de Edwards antes de retirarse fue un remake televisivo de Victor o Victoria. Por el filme original, obtuvo su única nominación al Oscar, en la categoría de mejor guión, aunque en 2004 le concedieron la estatuilla, con carácter honorífico.
Juan Luis Sánchez
decine21.com
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