el cine de mi casa

Milos Forman: etapa checa

 

Dicen que su vida quedó marcada por la muerte de sus padres en dos campos de concentración diferentes, Auschwitz y Buchenwald durante la Segunda Guerra Mundial. Y pasó su infancia dando tumbos en casas de parientes y hospicios. Fue a parar a un colegio creado para ‘hijos de víctimas de la guerra’ que, contra todo pronóstico, logró reunir a un buen puñado de pedagogos de primera. Allí recibió una formación de calidad que puso los cimientos para crear su brillante filmografía. Desde bien pequeño se enamoró del teatro y, entre bambalinas, pasó algún tiempo haciendo todo tipo de trabajos hasta que se alistó en la FAMU, la Facultad de Cine y Televisión. Dicen que para huir de la mili. Llegó a tener como profesor a escritores como Milan Kundera y entretuvo el resto del tiempo ocupado en todo tipo de oficios. Fue actor secundario, reportero de deportes, periodista cinematográfico e hizo sus primeros pinitos como guionista.

 

En los años 60 se hizo con una cámara procedente de la entonces Alemania del Este y ahí comenzó su verdadera aventura. Sus primeras películas eran comedias que tenían mucho de costumbrismo y un rato de complacencia, pues había que seguir ciertas directrices marcadas por el régimen comunista. Sin embargo, supo jugar al escondite como pocos sorteando muchas veces la censura. En 1963 rodó Concurso, donde se daban cita dos mediometrajes documentales que giraban en torno a las peripecias de una serie de jóvenes que intentaban abrirse camino en el mundo de la música. Los sueños rotos, las ambiciones, la desidia, los problemas entre colegas que comparten proyectos musicales protagonizaron el debut del cineasta.

 

En 1963, Forman se embarcó en su primera película, Pedro el negro. Rodada con actores no profesionales, por aquello de no contar con un presupuesto decente, narraba la historia de un muchacho desubicado, que se encuentra en un lugar ‘donde no debería haber estado nunca’. Es decir, trabajando como vigilante de un supermercado, con un padre cargante que le complica la vida y una novia que no termina de fijarse en él. Un buen día, un cliente sospechoso le pone en un aprieto  y toda su vida se pone patas arriba. La película tuvo una acogida extraordinaria incluso en circuitos internacionales, ganó el primer premio del Festival de Locarno superando la obra de grandes maestros como Jean-Luc Godard o Antonioni.

 

En Los amores de una rubia (1965), una mujer que despierta a la vida con el corazón roto sirve de excusa para que el cineasta componga una bellísima y poética película, donde quedaban retratadas las costumbres y las paradojas de la sociedad checa. En el film, Forman comenzó a liberarse de las exigencias del discurso oficial del régimen, en la antesala de La Primavera de Praga. Irradiaba creatividad e inteligencia.

 

Al fuego, bomberos, rodada en 1967, provocó, en buena medida, la huida de Forman hacia los Estados Unidos. Esta comedia negra (un auténtico disparate donde se dan cita una fiesta de bomberos, tómbolas robadas, concursos de belleza e incendios desbocados por culpa del alcohol) ganó diversos premios, pero también fue atacada por su importante trasfondo político. Corrían los tiempos en los que Praga era ocupada por los tanques rusos. Más allá de la polémica, el cineasta compuso una fabulosa, sarcástica y demoledora alegoría política que contó, de nuevo, con un elenco de actores no profesionales y con un fascinante recorrido por la comedia en todas sus formas.

 

Dolores Sarto

"Milos Forman y la revolución soñada"

eldiario.es

 

 

Películas programadas

 

Cerný Petr / Pedro, el negro (1964)

Los amores de una rubia (1965)

Hoří, má panenko / ¡Al fuego, bomberos! (1967)

 

 

IR ARRIBA

© 2014-2019  EL QUINTO HOMBRE